Los primeros 1,000 Días: Clave para transformar Guatemala
nvertir en nutrición desde la primera infancia es esencial para reducir la desnutrición crónica en Guatemala. Un niño bien alimentado tiene más oportunidades de aprendizaje y desarrollo, clave para un país más productivo.

En Guatemala, invertir en nutrición desde la primera infancia es una de las decisiones más estratégicas para garantizar el desarrollo del país. El 46 % de los niños menores de dos años sufre desnutrición crónica, lo que significa que casi la mitad de la niñez enfrenta limitaciones en su crecimiento físico, cognitivo y económico incluso antes de ingresar a la escuela.
El poder de los primeros días
La evidencia es clara: los primeros 1,000 días —desde la concepción hasta los dos años de edad— son determinantes para el desarrollo infantil. En este periodo actúa el Proyecto Crecer Sano, una iniciativa del Gobierno de Guatemala con apoyo del Banco Mundial, enfocada en comunidades de Alta Verapaz, Chiquimula, Huehuetenango, Quiché, San Marcos, Sololá y Totonicapán.
“Allí iniciamos con la alimentación del niño desde el día uno de vida, con lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses. Es el único alimento que el niño necesita en ese periodo”, explica Yoselin Mendoza, nutricionista en el Puesto de Salud de Potrero Viejo III.
La lactancia materna es accesible y vital: no tiene costo, está siempre disponible y aporta vitaminas y minerales esenciales.
Señales de cambio en las comunidades

El esfuerzo ya muestra resultados. Una encuesta de 2024 reveló que el 70 % de los niños en las zonas del programa recibió lactancia exclusiva en sus primeros seis meses, superando la meta del 65 % y mejorando significativamente respecto al 59.4 % registrado en 2022.
“Nos enseñan a dar leche materna, y como dicen las enfermeras, si no les damos leche no crecen sanos y se vuelven débiles”, comparte Laura Guarcas, madre de Semejá II.
Monitoreo y acompañamiento cercano
Uno de los pilares del proyecto es el control mensual de peso y talla en niños menores de dos años. Este seguimiento permite detectar problemas de forma temprana.
“Si el niño alcanza su desarrollo máximo, será menos vulnerable a enfermedades respiratorias y diarreicas que afectan directamente su nutrición”, señala Mendoza.
El acompañamiento también inicia en el embarazo.
“Desde que la mujer está embarazada, iniciamos el control para que su bebé tenga un peso y talla adecuados al nacer. Si detectamos bajo peso, orientamos a la madre sobre cómo debe ser su alimentación en casa”, explica Sara Pacajoj, auxiliar de enfermería en Semejá II.
Comunidad y futuro
El proyecto también apuesta por estrategias de comunicación educativa y participación comunitaria, con iniciativas como las “comadronas promotoras de la lactancia materna”. Más de 2,000 trabajadores de salud han sido capacitados para orientar a las familias en prácticas de alimentación, higiene y estimulación temprana.
“Nos dicen que si está bien alimentado, tendrá mejor rendimiento escolar”, afirma Guarcas, convencida de que el cambio inicia en casa.
Invertir en nutrición significa invertir en capital humano.
Como concluye Mendoza: “Será un adulto que contribuirá con el desarrollo y la productividad del país”. Combatir la desnutrición crónica es apostar por un futuro más próspero para Guatemala.